lunes, 4 de enero de 2010

Gómez el 25, a Tucapel

Juan Gómez de Almagro dejó su encomienda de Topocalma a cambio de una en Imperial. Acudió al llamado del Gobernador con una partida de 15 soldados. Hay efervecencia en el territorio mapuche.
Apocos días de salir en dirección a la Imperial fue informado de un ataque al fuerte de Tucapel, ubicado en el margen occidental de la cordillera de Nahuelbuta. El fuerte fue destruido, dejando aisladas las ciudades de Concepción e Imperial. Los sobrevivientes, se refujiaron en el fuerte de Purén, en el lado oriental de la cordillera.
Allí los encontró Gómez de Almagro a quién le confiaron el mando del resto de las tropas de ambos fuertes, dadas sus cualidades y pericia en las cosas de la guerra.
Con una fuerza de alrededor de 35 soldados y algunos centenares de yanaconas auxiliares, el capitán Gómez, enfrenta el asedio a Purén. En medio de la cruenta refriega, su caballo cae dentro de foso preparado por los mapuche. Fue salvado montando al anca de un subalterno.
Logró repeler la ola de ataques sucesivos. Horas más tarde, los mapuche abandonan el campo. En el intertanto, aprovecha Gómez para enviar un correo al Gobernador dando cuenta de la resistencia y contención del enemigo en Purén.
Valdivia se encuentra en las minas de Quilacoya, que a la sazón, están rindiendo 5 libras de oro como promedio diario. No obstante, decide ir personalmente a enfrentar a los alzados, escarmentarlos y restablecer el fuerte de Tucapel. Con el mismo correo manda al capitán Goméz, la orden de reunirse con él en Tucapel, el 25 de diciembre.
Todos los pasos del Gobernador están siendo vigilados y algunos, promovidos por el mismísimo espionaje de Lautaro.
Mediante un ardid, los mapuche, impiden a Gómez marchar desde Purén y reunirse con Valdivia en Tucapel, el día de la navidad.
Las fuerzas de Lautaro franquean la derrota del Gobernador, quién se dirige al teatro de batalla que ha escogido el jefe mapuche, cuyos escuadrones se encuentran ocultos en la espesura de las abruptas quebradas que rodean la altiplanicie de Tucapel.
La columna de Valdivia asciende penósamente, desde la caja del río Lebu hasta las ruinas del fuerte. El capitán Gómez de Almagro no se encuentra en el lugar citado con su partida de refuerzo, campea la desolación. A poco de desmontar se escuchan los instrumentos mapuche llamando a combatir, el estruendo se expande nítidamente en el vasto escenario de la tragedia que se avecina a los tercios de la corona más potente del orbe.
El genio militar del jóven Lautaro, con una presición demoledora realiza su plan en el campo. No dejan españoles sobrevivientes, solo los yanaconas que aceptan pasarse a las filas de los vencedores conservan la vida, unos pocos huyen y el resto cae aniquilado.
Los detalles de la cruenta batalla son conocidos por el relato de Alonso, un aborigen, asistente de Valdivia que logró salvarse de la carnicería. Él refirió a Góngora Marmolejo, los últimos instantes del Apo.Trás sucesivas e infructuosas cargas, la situación es desesperada y el Gobernador llama a salvarse, el que pueda.
Solo acompañado del clérigo Bartolomé del Pozo y Agustinillo, otro asistente aborigen, huyen por el camino de retirada previsto por Lautaro y celósamente guardado por otro escuadrón de reserva.
Un pantano detiene la loca carrera de los prófugos. Prisioneros, fueron conducidos a un aliwen. Fueron desnudados y atados. Agustinillo fue descuartizado y luego, a su turno, el clérigo Pozo. Finalmente, Valdivia. Los capitanes mapuche, iniciaron un rito ancestral, con afilados cuchillos hechos de conchas de mariscos, cortan la musculatura de don Pedro, extraen su corazón, cortan su cabeza, comen sus carnes para incorporar los atributos del bravío y valiente que osó su territorio, su libertad. Por respeto al Admapu.
Ya veremos la peripecia del encomendero, Juan Gómez de Almagro. Lo dejamos, amagado en el fuerte de Purén, a la espera de un ataque que no ocurrió.

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