domingo, 29 de noviembre de 2009

COSTINO

Don René León Echaiz, publicó varios de sus trabajos de investigación histórica, a mediados del siglo XX, algunos de sus títulos más conocidos, son: Ñuñohue, Prehistoria de Chile Central, Interpretación histórica del huaso chileno. Es en esta última obra mencionada, en que a modo de ensayo, incluye sus reflexiones, especialmente dedicadas al huaso costino de Chile central o los Costinos, llamados, simplemente.
Que tan válido y certero, don René León E., en su estudio sobre los costinos? Están vigentes, hoy día, las características diferenciadoras de nuestros coterráneos? Cuanto han cambiado? Necesitan un Bielsa?
De pronto, la mirada de don René…


EL COSTINO CHILENO

Perdido en medio de los cerros, oculto en quebradas inaccesibles, o al reparo de roqueríos del litoral, aislado del mundo y de sus problemas, transcurre la existencia del costino chileno, personaje extraño y pintoresco, que ha sido hasta aquí poco conocido y poco estudiado. Es pobre, es orgulloso, tiene apego profundo a las costumbres tradicionales y está teñido de una intensa chilenidad, constituyendo, por todo ello, un claro exponente de muchos aspectos de nuestra nacionalidad.
El lugar en que tuvo su origen y en el cual se ha desenvuelto, es la costa de la Zona Central de Chile. Y entendemos por costa, no solamente la orilla del mar, sino también los cerros y valles comarcanos, todo lo cual forma un conjunto animado por un mismo espíritu y en el cual el costino ha gravitado y ha predominado.
Mirado con criterio superficial, diríase que el costino no es otra cosa que el “huaso” o una leve variante de él. Pero no es así. Entre el costino y el huaso hay diferencias esenciales, que irán surgiendo poco a poco de estas líneas. Como un anticipo, podemos señalar que el huaso es hombre enriquecido y soberbio, con pretensiones y con ambiciones, mientras que el costino es de limitados medios económicos y vive satisfecho en su rincón, sin ambicionar ni pretender. Y que mientras el huaso es generalmente de origen mestizo, el costino arranca de todas las gamas sociales y tiene, en muchos casos, el más puro ancestro hispano.
La base primaria.
Historiadores y arqueólogos sostienen uniformemente que el primitivo indígena de Chile tuvo marcada preferencia por los parajes de la costa. Y tal situación es especialmente marcada en la Zona Central.
Las mayores masas de hombres prehistóricos, luego de irrumpir en la tierra americana, traficaron por la orilla del mar. Así llegaron a la angosta faja que habría de llamarse Chile y avanzaron por ella. Los primeros, que eran pescadores, se fueron arraigando, unos tras otros, en caletas abrigadas y en las desembocaduras de los ríos y arroyuelos. Allí levantaron rancheríos rústicos y permanecieron sustentados por la pesca. Tras ellos vinieron otros, que conocían rudimentos de agricultura. La orilla del mar no fue suficiente para ellos y se internaron por los valles costinos, buscando tierras de cultivo; pero, por lo general, no transpusieron las tierras comarcanas al litoral.
Así, pues, ya fueran ellos agricultores o pescadores, los más de estos hombres quedaron radicados en el sector costero; y allí se agruparon en multiformes y primitivos poblados.
Cuando el español llega a Chile Central encuentra a la población indígena aglomerada junto al mar o en los valles y cerros inmediatos. Más al interior o en los faldeos cordilleranos, esta población es dispersa, distanciada, o, simplemente, no existe.
Las razones de esta preferencia son obvias. Por los espacios abiertos, por sus playas de enorme extensión, se podía avanzar con mucha mayor facilidad que por cerros abruptos de la cordillera o por entre los matorrales cenagosos del valle central, y era más fácil cruzar los ríos por las anchas y lentas ensenadas de su desembocadura que por sus rápidos torrentes del interior. Y, además de ello, la costa ofrecía un clima en extremo benigno, suave, acoger, y proporcionaba, exigiendo un mínimo esfuerzo, toda clase de recursos y alimentos.
Más tarde, el español, durante la conquista y en los primeros años de la colonización, prefirió también, en la Zona Central, los sectores costeros. En ellos formó estancias, explotó minas, levantó pequeños poblados, organizó el trabajo de los indios, etc.
Tuvo también razones de peso para proceder así. Lo atrajo, también, como al indio, el fácil tránsito y la suavidad del clima; y vio en los valles húmedos y descubiertos mayores posibilidades para la agricultura y más recursos para la alimentación. La abundancia de indios agrupados en tolderías relativamente organizadas, algunos de ellos más o menos laboriosos, con rudimentarios conocimientos de alfarería y de industria textil, le hizo también prever un elemento importante de quien valerse. Por otra parte, en aquella época, en la cual no se conocían los caminos ni los medios
De comunicación ni los centros poblados, no había razón alguna para considerar aisladas o lejanas, como ocurrió después, a las regiones costeras.
Así, pues, tenemos que en los primeros años de la vida chilena, el grueso de la población está radicada en la costa. De tal circunstancia habrían de derivar hechos históricos y sociológicos de importancia vital. Uno de ellos es el nacimiento del “costino”, cuyo rastro venimos siguiendo.
Más adelante la población se correrá hacia el centro. Se fundarán ciudades, se construirán caminos, se incrementará la agricultura. La costa quedará olvidada y abandonada, muy especialmente en la Zona Central. El habitante de ella se aislará, se concentrará, tratará de valerse por sí mismo. O sea, dará un nuevo paso en la definición de su personalidad.
Pero no anticipemos los hechos.

DERIVACION HISTORICA

Hemos dejado la Zona Central costina preferentemente poblada por indios y españoles. Con tesón y con esfuerzo admirables, empieza la tarea de la colonización. Los cultivos agrícolas se perfeccionan y se racionalizan; se explotan minas y lavaderos; se construyen ingenios y molinos; se fabrican paños; se acomodan caminos. El español se valió del indio para sus trabajos en una u otra forma, con encomienda o sin encomienda, con servicio personal o sin él. Al mismo tiempo, la iglesia catequizó, moralizó, ordenó la organización familiar.
Muchas consecuencias fueron derivando de tal situación, consecuencias que poco a poco fueron formando la base humana del costino. Las consideraciones tan esenciales, que queremos precisarlas
ordenádamente:
a) Hubo muchos indios que no aceptaron la subordinación que por ellos significaba el trabajo en común con el español. No querían amos ni encomiendas. No querían cura doctrinero que vigilara sus hábitos, ni funcionario que les exigiera tributo. La libertad milenaria era para ellos más importante que el trabajo organizado y que la vida sujeta a normas morales. Entonces huyeron del cura, del encomendero, del terrateniente, del funcionario real. Se ubicaron en los más remotos e inaccesibles parajes. Ocultos en profundas quebradas, perdidos en “huapis” desconocidos, encerrados entre roqueríos del litoral; y allí habrían de originar pequeñas propiedades individuales que prevalecerían a través de los siglos venideros.
b) Los españoles formaron en diversos lugares pequeños pueblos aislados. Sin formalidades de fundación, sin trazas ni alarifes, levantaron unas cuantas casas, ya en los mismos caseríos de los indios o en otros parajes. Nacen así pequeñas aldeas, en las cuales el español impera como gran señor y en los cuales se hace vida española, iniciándose un arraigamiento de tradiciones y costumbres.
c) Hay, al mismo tiempo, españoles generalmente de origen modesto, que se acercan a los pueblos de indios para vivir en ellos. Son los “allegados”, prefieren la vida muelle, desordenada, viciosa de los caseríos indígenas y permanecen en ellos. Se asimilan a la vida del indio, participan en sus fiestas y en sus costumbres, trabajan con ellos y se ayuntan con sus mujeres. Los documentos coloniales están llenos de vanos reclamos de las autoridades por estos hechos, sin que jamás se haya logrado hacerlos desaparecer.
d) Se formaron en la zona costera estancias agrícolas de españoles, ni muy grandes ni muy ricas como las que con el correr de los años se formarán al interior del país. Es preciso anticipar que el estanciero nada tiene que ver con el “costino” que estudiamos, pues tuvo otra formación, otra vida y otra trayectoria; pero alrededor de la estancia se formó un conglomerado de “clientes” y protegidos y ella ejerció también influencia sobre la comarca, contribuyendo a formar costumbres y mentalidad.
e) Hubo españoles que se convirtieron en pequeños propietarios, ocupando retazos de terrenos para cultivos agrícolas o sectores serrinos para la crianza de ganado. Establecidos allí, levantaron su casa y permanecieron una generación tras otra, independientes y modestos.
f) Hubo también españoles que se dedicaron a la pesca. Establecidos en la desembocadura de los ríos o en la orilla del mar, fabricaron por sus manos rústicas embarcaciones e implementos de pescar. Junto a los indios que se dedicaban a iguales menesteres formaron, así, un sector de importancia en el conglomerado humano de la costa.
g) Y, por encima de todo, se produjo el mestizaje sin trabas. Pese a la condición social, pese a las ideas religiosas, pese a la prédica de los religiosos, el mestizo surgió en la gran estancia, en el pueblo de indios, en los ranchos aislados, en los grupos pesqueros.

Tales son las principales consecuencias que derivaron del intenso poblamiento de la región costera de Chile Central. Ellas, como lo anticipamos, dieron el elemento humano que habría de servir de base a la formación del “costino”.

EL AISLAMIENTO- NACE EL COSTINO

Así las cosas, he aquí que se produce, dijéramos que casi violentamente, el aislamiento de la región costera de Chile Central, que ya habíamos anticipado.
Han seguido llegando al país nuevos núcleos de españoles, con nuevas ideas y visiones. En el Chile Central no les satisface la costa, pobre y exprimida ya; y comprenden que aunque sea con mayores esfuerzos y sacrificios es posible encontrar más riqueza y mejores perspectivas en el valle central. Esta idea se generaliza en las nuevas generaciones de colonizadores y la vida se empieza a concentrar en el interior. Nacen grandes estancias con increíbles extensiones de tierras vírgenes y fértiles, frente a las cuales las primitivas estancias de la costa quedan reducidas a una modestia impresionante.
En el valle central se van formando también grandes industrias, molinos, curtidurías, trapiches; y si faltan indios para el trabajo, la solución es sencilla: basta con traerlos de otros lugares. En medio de estos nuevos centros de actividad van naciendo villas, fundadas con toda solemnidad: Santa Cruz de Triana, San Fernando de Tinguiririca, San José de Curicó, San Agustín Talca, Cauquenes, etc. Y van también naciendo iglesias y conventos por doquier. Si antes nacieron en Vichuquén, en Paredones, en Curepto y en otros lugares costeros, ahora nacen en Chimbarongo, en Curicó, en Talca. Para conectarles entre sí, se abren caminos y se mejoran los que ya existían.
La vida y la actividad cambian, pues, de centro. Ya los viajeros trafican por el valle central y abandonan los caminos costeros. Se hospedan en las villas del trayecto o en sus hospicios religiosos, comercian con las estancias y con los ingenios y con los molinos. Los nuevos colonizadores buscan tierras centrales, próximas a los caminos, a los conventos; y en el mismo sector establecen sus casas y sus industrias.
La región costina queda, en esta forma, aislada. Ya nadie trafica por sus rudimentarios caminos ni busca sus productos. El comerciante no lleva hasta ellas sus mercaderías; y el funcionario real relaja la vigilancia y la protección. Los pequeños villorrios quedan perdidos entre los cerros; las estancias y las pequeñas propiedades agrícolas, entregadas a su suerte, sin protección y sin intercambio; españoles pobres, viviendo entre los indios; iglesias y religiosos, cada vez más desguarnecidos y disminuidos, debatiéndose en una lucha dura y difícil; mestizos desconcertados, por doquier. En una palabra, se ha formado un nuevo mundo, que deberá vivir con sus propios medios, apegado a sus costumbres y bastándose a sí mismo.
El fenómeno es agudo en la Zona Central, porque el cambio de gravitación de la vida ha sido muy grande y muy notorio; y porque también muy grande el desnivel económico entre los nuevos centros y la costa pobre. En el norte y en el sur el fenómeno es más imperceptible o no existe, porque allí hay más medios de comunicación entre ambos sectores y no se marcan entre ellos tantas diferencias económicas; o, simplemente, porque nunca se produce la pugna entre el centro y la costa.
Y siguen ahora desarrollándose los acontecimientos. Todos esos sectores, que en el párrafo tercero hemos señalado como base humana del costino, tuvieron una trayectoria característica y definida, que es menester seguir en sus perfiles esenciales.
Desde luego, el mestizo, se vio abocado a un porvenir modesto y sin relieves. Su progenitor, pobre y sin recursos, aislado y sin mayores relaciones, sólo pudo proporcionarle limitada protección, lo que alcanza aun al progenitor gran estanciero. El mestizo que aquí se forma es, así, modesto, sencillo, resignado, sin ambiciones, aunque orgulloso. En cambio, en el valle central la situación es bien distinta: allí el mestizo, bien protegido y apoyado por su progenitor, da origen al “huaso” en los sectores rurales. Y es altanero, ambicioso y se enriquece fácilmente.
El indio huidizo, que había levantado su ruca en cualquier lugar oculto o inaccesible, termina por regularizar de hecho su situación y se transforma en pequeño propietario. Y los indios que permanecieron en sus rancheríos, con el control de las autoridades muy disminuido ya, empiezan a dividir sus comunidades o a vender sus tierras, primero de hecho y luego, en los primeros años republicanos, amparados por la legislación. Dan origen, en tal farma, a diversos tipos de pequeños propietarios.
Los españoles “allegados”, que se habían mezclado en los pueblos de indios, al no tener ahora más horizontes ni expectativas, terminan por hundirse en ellos. Se asimilan cada vez más a las costumbres indígenas, propagan a la vez costumbres propias, forman su familia; y terminan también por convertirse en pequeños propietarios, profundamente arraigados, transmitiendo a su descendencia sus muy peculiares caracteres.
Los pescadores y mariscadores, sean ellos de origen indio o español, desligados ya de control y de vigilancia, terminan por apoderarse de pequeños retazos de terreno a orillas del mar o de ríos. Primero lo hacen de hecho, subrepticiamente; pero más tarde la legislación colonial republicana les reconoce derecho a esta ocupación “para menesteres de pesca”. Los menesteres de pesca constituyen, naturalmente, el motivo inicial de la ocupación; pero luego ésta se hace total y sin límites y nadie molesta a los descendientes de pescadores definitivamente establecidos en retazos de tierra transformados en agrícolas, Como el mar con los años va cediendo terreno, los linderos legales se retiran y la ocupación se hace más estable y más legítima. Nace, así, un nuevo conglomerado y un nuevo tipo de propietario independiente.
El habitante del pueblo chico adquiere, también, caracteres especiales. Los pequeños villorrios formados por el español en cualquier parte, las agrupaciones nacidas en torno a los conventos, los rancheríos de indios que se transformaron con el influjo español, aislados ahora, parece que se reconcentraran en sí mismos o que se introvertieran, tiñiéndose más aún sus rasgos peculiares. Su habitante se hace huraño y orgulloso, apegado a viejas tradiciones y marginado de muchas facetas de la vida en avance.
Todos estos elementos, y otros que sería largo analizar, no obstante tener diverso origen y diversa formación, adquieren muchas características que son en todos ellos comunes y peculiares. Ya en plena colonia empiezan a diseñarse y más tarde constituyen un conglomerado típico, que queda viviendo en el amplio escenario costero, enmarcado y limitado por el mar, los ríos y los cerros.
Ha nacido, así, el costino.
Cuando se produce la independencia nacional y se inician los años republicanos, este grupo va cada vez más acentuando sus caracteres, Luego, cuando el desarrollo e3conómico y el turismo, abren las vías hacia la costa, el hombre moderno se sorprende de encontrar esta vida tan especial y tan distinta de lo conocido.

CARACTERISTICAS DEL COSTINO

Hemos dejado ya formado un personaje peculiar. Está repartido en la orilla del mar, en las quebradas y valles de la Cordillera de la Costa, en lo alto de los cerros, en abruptos roqueríos, en pequeños pueblos o en áridas mesetas. Se le llama “costino” a poco de estar diseñado, aunque estrictamente hablando, no siempre vive en la costa misma sino en sus aledaños. Ello se debe a que en todas partes tiene visibles caracteres comunes, que lo hacen constituir un todo característico, diverso en su esencia de otros sectores humanos.
Consecuencialmente, y por las mismas razones, en la Zona Central se acostumbra llamar “costa” a todo el amplio sector en que el costino está repartido, aunque no siempre se encuentra a la orilla del mar. No es fácil señalar con precisión este sector. Nosotros hemos hablado del sector costero de la Zona Central. Podríamos, tal vez, precisar algo más y, aunque sin hacer afirmaciones absolutas, decir que el personaje habitual del costino chileno está comprendido entre los ríos Rapel y Maule, por el norte y por el sur; y entre los primeros cordones de la Cordillera de la Costa y el mar, por el oriente y el poniente. Suele presentarse también, aunque con caracteres más desleídos, en algunos parajes más al sur del río Maule.
¿Cuáles fueron las características que este conglomerado humano adquirió en el largo proceso de su gestación?
Debe señalarse, en primer término, un notable desarrollo del sentimiento de independencia. Aislado, sin protección y sin control, el costino se acostumbró a no soportar reglamentaciones ni controles, y a no esperar ayuda de nadie. Ha sido y se ha sentido libre, como el agua y como el viento de su comarca.
Las mismas razones lo obligaron a valerse por sí mismo para atender sus necesidades. Así lo vemos, por doquier, plantar y cultivar su tabaco, que luego fuma en toscas hojas de maíz; fabricarse pipas de madera; utilizar para usos domésticos la milenaria piedra prehistórica que el arado desenterró; medir sus cosechas con el “almud” legendario, que él mismo fabrica; cubrirse con tejidos elaborados en sus propios husos y telares, tiñiéndolos con colores que él mismo fabrica; moler su trigo en molinos elementales que levanta junto a arroyuelos; beber el vino áspero y avinagrado de sus pobres majuelos.
Sus medios de vida son estrictamente propios; y, así, por lo general, no debe su sustento al amparo servil ni a la protección ajena. Se lo debe a su pedazo de tierra, a su pequeña majada, a su salina, a su red o a su molino. Pero su situación económica, por esta y por otras razones, es desmedrada y descolorida. Vive modestamente, en sus habitaciones sencillas, con muebles elementales, con vestimenta pobre y ruda. Sus distracciones son congruentes con su propio medio y no pasan de las carreras de caballos, las topeaduras, las “celebraciones” de santos y el jolgorio. Gusta, a veces, embriagarse, aunque la borrachera no es generalizada en él.
Tiene una tendencia invencible a la paz y a la molicie, que se manifiesta en la inalterable calma con que Habla o camina; en la lentitud con que trabaja; y en la indiferencia con que afronta la buena o mala ventura. Poco le agrada moverse de su rincón y los viajes son para él un acontecimiento extraño y desagradable, salvo en momentos de euforia colectiva de determinadas épocas, que lo llevaron a abandonar mujer, hijos, y bienes para “engancharse” a los trabajos del “Norte”, de los cuales volvió al fin decepcionado. Se da el caso extraño de quienes no conocen las ciudades ni el ferrocarril; y el caso más extraño aún de costinos encerrados entre las montañas, ¡que no conocen el mar! Tal característica es resultante lógica del clima suave y adormecedor, del aislamiento tradicional y de las necesidades elementales y sencillas a que se ha acostumbrado.
El costino ha conservado, cual ningún otro sector nacional, las antiguas costumbres, ya sean ellas de indios o de españoles, en una mezcla curiosa y desconcertante, como una consecuencia también del largo aislamiento, que ha evitado influencias extrañas o modernas. Así podemos ver cómo conserva un lenguaje castellano arcaico, palabroso, lleno de giros poco usuales y con correcta construcción de las frases; y al mismo tiempo usa gritos y sonidos guturales de clara naturaleza aborigen. Muchos viven aún en casas enladrilladas, con muebles de antigua factura. Su vestimenta es manifiestamente de otra época, especialmente en las mujeres, que usan faldas largas y voluminosas, zapatos de alto caño, mantos y ropones de montar a mujeriegas. Son comunes los proverbios, los romances y las canciones antiguas. En los pobladores de mayor categoría, se conservan aún costumbres de “vida social” de otras épocas; y, al mismo tiempo, se realizan danzas y festividades de carácter indígena. Son frecuentes aún los saraos, las confituras, las mistelas, la música, en las casas de más calidad, mientras la gente modesta danza con bonetes ente imágenes religiosas o en “celebraciones” de Santos, en determinadas ocasiones. Especialmente típico es el ceremonial con que hasta hoy se realizan los matrimonios: hay “avisadores” que se adelantan hasta la casa en que se ha de realizar el festejo y preguntan en verso si la novia puede ser recibida; y luego, al llegar los novios, se cantan con guitarra los “parabienes”, sin los cuales nadie puede entrar en la casa.
Tiene el costino un marcado sentimiento de orgullo. Aunque se desenvuelva en desmedrada situación económica, aunque se vea precisado a realizar con sus propias manos las más rudas labores, jamás se pone bajo el nivel de nadie. Por el aislamiento en que ha vivido y por la tradicional importancia y primacía que ha tenido dentro de su medio, no reconoce superioridad en los extraños, por altos que sean; y no se atemoriza ni aminora ante magnates o autoridades. Tiene, incluso, preocupaciones aristocráticas en muchos casos, preocupaciones que derivan tanto de antepasados españoles, como de antepasados indígenas. Son muchos los que se dicen descender de antiguos caciques o que se conservan el recuerdo de verdaderas “dinastías” indígenas. Su orgullo, no obstante, es reposado, sin altanería.
En el aspecto legal, el mismo aislamiento ha mantenido en el costino situaciones de hecho o concepciones jurídicas anticuadas. Su situación ante la ley es, así desordenada y en desacuerdo con la actual ordenación. Los títulos de dominio de la propiedad raíz, en un extraordinario número de casos no existe o sólo existe imperfectamente. Las familias se perpetúan en pequeñas propiedades, transmitiéndoselas muchas veces sólo de hecho; y aun vendiéndoselas por medio de documentos privados. Es frecuente el caso del “mantenido”, hombre que vive con más de una mujer y que en gran parte se mantiene a expensas del trabajo de ellas. Hasta no hace mucho hemos conocido hombres de chapa antigua que creen tener amplios derechos sobre los hijos y sus bienes aun después que entran a su mayoría de edad; y que consultan si esos hijos pueden adquirir bienes para sí, sin que se les haya dado “carta de libertad”. Son también frecuentes las comunidades centenarias de grupos y poblados sobre determinados terrenos, especialmente cerros, costumbre derivada de la antigua organización indígena, y que da lugar a incontables conflictos judiciales.
En el aspecto político, el costino ha llegado a caracterizarse por su extraordinaria inestabilidad. Le interesan y le agradan las contiendas cívicas y recibe siempre con interés la visita de candidatos; pero no comprende debidamente los problemas públicos. Oscila de una tendencia a otra con la mayor naturalidad; y hay casos de quienes se inscriben en dos partidos políticos a la vez, expresando que no encuentran en ello ninguna incompatibilidad. El apoyo político que presta a un partido o a un candidato, adquiere para el costino una desproporcionada importancia y lo recuerda permanentemente, sintiéndose después profundamente herido si no es atendido en sus menores peticiones. Aunque parezca extraño, el costino es notoriamente politizado y unos a otros se valorizan por “votos”, o sea, por la cantidad de adherentes que puedan proporcionar a una candidatura.
Para terminar este diseño de las características del costino, debemos repetir que no debe confundirse a este tipo humano, con el antiguo estanciero de la costa, que ha derivado en el rico hacendado de hoy. Aunque tiene algunos rasgos comunes, el estanciero no lleva la vida modesta y desguarnecida del costino; tiene mayor cultura, mayores relaciones y su aislamiento mucho menor. Su situación deriva de las antiguas y grandes concesiones de tierra, que han sido mantenidas indivisas o divididas sólo en grandes sectores. Vive en medio del costino, en un ambiente patriarcal, sin marcar con él grandes distancias en el trato.
Hay también una variante una variante en este típico personaje, que es inresante destacar: la del costino negociante y pícaro.
Haciendo contraste a la natural indiferencia y pasividad del grupo. Suele surgir inesperadamente en cualquier sector un tipo ambicioso, activo, emprendedor, sin escrúpulos de ninguna naturaleza. Empieza con un pequeño negocio a orillas del camino o en la calleja de alguna aldea, o como vendedor ambulante, o como comprador de cosechas. No se atemoriza ante el fraude o el engaño. Ni ante el trabajo agotador e ininterrumpido. Vende vino y bebidas alcohólicas clandestinamente, se apodera de animales ajenos si la ocasión se presenta, adquiere tierra por engaño. Y termina muchas veces por enriquecerse extraordinariamente.

EL ASPECTO FISICO

Mención especial merece el tipo físico que el costino ha formado en su trayectoria. Aunque parezca extraño y aparentemente no se encuentren razones, el costino tiene rasgos peculiares, que causan sorpresas en quienes los observan. El costino tiene, por lo general, cabello rubio y ajos azules o claros. No siempre es así; pero en este tipo generalizado, que se encuentra por doquier en la zona costera en referencia, y con más abundancia en los parajes más apartados. Este rasgo, que es el más característico, se mezcla en no pocas veces con inconfundibles aspectos indígenas, con rostros toscos, con cabezas chatas, con pómulos salientes.
El hombre es casi siempre alto, seco, huesudo, desgarbado. A diferencia del elemento popular-indígena, tiene abundante barba; y acostumbra dejársela crecer, usándola, a veces, como barbilla en punta. Con estos caracteres y caminando en flaco rocín por entre los cerros y entre nubes de polvo, créese ver al Quijote trasplantado; o diríase que un viejo conquistador, estropeado por larga caminata, va penetrando en comarcas desconocidas.
Muchas explicaciones se han dado para comprender esta situación; y hay leyendas generalizadas en los mismos parajes costeros o que son formadas por los visitantes. Se habla de la influencia del mar, que con su colorido habría formado generaciones de hombres de ojos azules. En ciertas partes se hacen relatos de naufragios, en los cuales náufragos “gringos”, que habrían permanecido en la costa, engendraron hijos con sus rasgos raciales.
Pero la verdad es otra. Los rasgos físicos del costino son otra consecuencia de la antigüedad con que la costa empezó a poblarse y del aislamiento en que después se mantuvo. Es sabido que el primitivo conquistador español y los primeros conquistadores eran de tipo godo, con ojos azules y cabellos rubios. La sangre goda era en esa época predominante en los españoles; y todos los documentos y testimonios coinciden en describir a aquellos hombres como blancos, rubios y con barba. Los primeros mestizos de español y de india fueron, así, de ojos claros y cabellos rubios, situación que en los años posteriores, al llegar a Chile nuevas oleadas de españoles, habría de desaparecer.
En la región costera a que nos referimos, el fenómeno fue de la misma naturaleza; pero logró mantenerse y llegar hasta nuestra época. También allí los primitivos pobladores españoles fueron de tipo godo, y como su cantidad fue numerosa dieron lugar a gran número de hijos, cuyos rasgos fueron los de su raza: rubios y de ojos azules. Este tipo de hombre se generalizó ampliamente en la región costera, y como después vino el aislamiento de esta región que ya conocemos, por haberse desplazado la actividad hacia otros sectores, el tipo logró mantenerse. No hubo nueva afluencia de otros tipos raciales, que pudieran haber desnaturalizado los rasgos godos, como ocurrió en otros lugares. Si a esto agregamos que la población netamente indígena de la costa fue disminuyendo cada vez más, podremos comprender por qué el costino de hoy ostenta esta naturaleza física, que aparentemente es extraña y anacrónica.

PROBLEMA RACIAL

Establecidos los hechos anteriores surge ahora una interrogación. Este tipo humano llamado “costino”, formado en una época marcadamente dividida por conceptos raciales y sociales, ¿a qué raza y, por lo tanto, a qué estrato social pertenecía? ¿Era de origen español, era de raza blanca, era indígena, era mestizo?
Del contenido de los párrafos anteriores la respuesta se desprende lógicamente. Sin embargo, queremos recapitular para insinuar algunas conclusiones al respecto.
El costino no pertenece exclusiva o preferentemente a un solo tipo racial, sino que tiene un origen amplio, multiforme. Se diferencia en esto del huaso que, como hemos visto, es preferentemente mestizo.
Tienen origen netamente español los sectores costinos que descienden del antiguo pequeño propietario español; del habitante de los viejos poblados, que aún sigue viviendo en su aldea; de los estancieros venidos a menos o que dividieron sus estancias en pequeños retazos, etc.
Tienen origen marcadamente indígena aquellos costinos que resultaron de la división de las comunidades indígenas y que siguieron viviendo independientemente en el pedazo de suelo que se les adjudicó. Igual origen tienen también todos aquellos pequeños propietarios, perdidos entre los cerros y los valles, que derivan de aquellos indios que huyeron de la encomienda, del cura o de la reglamentación.
Son, en fin, de origen mestizo todos aquellos costinos, ampliamente repartidos por doquier, que derivan de esa gran masa de españoles que se radicó en los pueblos de indios, asimilándose a ellos y buscando en ellos mujer. Y, en general, ese conglomerado de mestizos, nacido en todas partes y que por la ayuda de su progenitor o por esfuerzo, logró formarse una situación independiente, aunque modesta.
Hay, pues, una amplia gama racial en el costino chileno.
Es indudable que esta situación señala entre ellos algunas diferencias, ya sean ellas físicas, psicológicas y, aun, de carácter social. Sin embargo, por sobre estas diferencias, están unidos por los marcados caracteres que hemos señalado y que resultaron de la especial manera como este grupo humano se gestó. Muchos de estos caracteres abarcan a todos ellos, con mayor o menor intensidad; y otros sólo se extienden a determinados grupos.
Pero, en todo caso, desplazándose de un lado hacia otro, mezclándose, compensándose o compenetrándose, han hecho del costino, no obstante su vario origen racial, un conglomerado único y característico.

CONCLUSION

Hemos señalado en las páginas anteriores el nacimiento, el desarrollo y los caracteres del costino chileno.
Se trata, sin duda, de un personaje que ha desempeñado modestamente su papel dentro de la sociedad y que se ha desenvuelto calmosamente, desde los días coloniales hasta el tráfago avasallador de la vida moderna.
Como otros personajes típicos, el costino chileno ha tenido y tiene defectos y virtudes; pero ha desempeñado en el desenvolvimiento de Chile una misión y un destino, encarnado, a la vez, algunos aspectos de la chilenidad.
Considerando en el aspecto económico, ya sea el individual o colectivo, el papel del costino ha sido escaso y descolorido. Ni ha participado en grandes empresas ni ha contribuido en forma apreciable va la producción nacional. Su actividad económica ha sido desmedrada, limitándose a un trabajo simple y restringido, si más finalidad que la de satisfacer a medias sus elementales necesidades.
Políticamente su papel ha sido negativo. Su manera de apreciar y comprender los problemas públicos ha sido causa de perturbación en el desenvolvimiento político y ha mantenido prácticas arcaicas e inconvenientes.
Tiene, en cambio, un extraordinario valor como fuente para el estudio del pasado en todos sus aspectos. Diríase que en el costino el tiempo se ha detenido y que su vida se ha desarrollado por medio de procesos retardados. En cualquier momento de su evolución y en los días actuales, es fácil, así, poder apreciar aspectos económicos, lingüísticos, agrícolas, sociales, etc., de los tiempos pretéritos.
Ha tenido también gran valor como conservador de tradiciones y costumbres chilenas del más variado origen que, sin él, seguramente habrían desaparecido. Mirado en este aspecto, el costino es un exponente de la vieja chilenidad y frente a intromisiones foráneas puede ser una reserva para el futuro.